El almendro, el nogal y el avellano son tres especies de frutos secos cultivadas en diversas zonas de la geografía española. Por superficie ocupada, el almendro es la más importante y difundida, seguido a larga distancia por el nogal y el avellano, esta última con una superficie en 2018 de 13.000 ha. La producción anual de avellana cascara en España se sitúa entre 9.000 y 10.000 t/año, con tendencia a disminuir debido al bajo margen neto de este cultivo para los productores. Con tan solo el 2% de la superficie con respecto al almendro, el avellano y el nogal aportan en valor de la producción el 5% y el 14%, respectivamente (Figura 5).
El avellano en España se sitúa mayoritariamente en Cataluña con el 91% de la superficie y el 92% de la producción nacional. De manera testimonial se cultiva también en la cornisa cantábrica (Asturias, País Vasco, Navarra, La Rioja, Aragón, etc.). Considerando Cataluña, el 92% de la producción se sitúa en Tarragona y el 7% en Girona. En muchas regiones la producción se basa en árboles diseminados sin apenas plantaciones regulares (Figura 6). Su producción está basada en empresas familiares con una superficie media de 3 ha.
Agronómicamente el avellano es un cultivo muy atractivo para los productores dado que requiere menos tratamientos fitosanitarios con respecto a los frutales, la recolección y la poda se realizan mayoritariamente de forma mecánica, lo que resulta en menores gastos de explotación y posibilita su cultivo a tiempo parcial en explotaciones de dimensión pequeña
o media. La principal limitación actual es la rentabilidad del cultivo que por diversas razones ligadas a la tecnología de producción y estructurales no alcanzan las cotizaciones deseables.
Para vislumbrar en España un nuevo horizonte de rentabilidad y buenas perspectivas futuras hace falta implementar el know how requerido tanto desde el punto de vista de la producción como de las empresas transformadoras y comercializadoras.
Ambos factores suelo y clima suelen coincidir con las zonas de mayor pluviometría como es toda el área norte y determinadas zonas del oeste y sur del país. El avellano tiene unos requerimientos hídricos inferiores a otras especies frutales.
Situar un cultivo en las zonas más próximas posible a su hábitat óptimo constituye siempre un factor de competitividad al reducir los costes de producción. De entre estos factores los más determinantes para el avellano son el clima y el suelo. En el primer caso tanto las temperaturas invernales como estivales y la acumulación de horas frío y horas calor necesarias para completar su ciclo anual son determinantes. Conocer la pluviometría anual y su distribución en el tiempo también es fundamental si no se dispone de riego.
En la Figura 7 se muestra el mapa de distribución de pluviometría anual en España, observándose amplias zonas geográficas con pluviometrías superiores a los 500 mm anuales, a las que hay que añadir importantes áreas regables en numerosas regiones del Valle del Ebro, Castilla-León, Extremadura y Andalucía. En el caso del suelo, pH neutro o ácido, suelos fértiles y bien drenados con un buen contenido de materia orgánica sean los óptimos, para favorecer el desarrollo de su sistema radicular que es superficial.
Conocer la pluviometría anual y su distribución en el tiempo también es fundamental si no se dispone de riego.
Ambos factores suelo y clima suelen coincidir con las zonas de mayor pluviometría como es toda el área norte y determinadas zonas del oeste y sur del país. El avellano tiene unos requerimientos hídricos inferiores a otras especies frutales. El disponer de la aportación hídrica adecuada en las fases críticas del cultivo, de marzo a agosto se dan las máximas necesidades, es esencial para asegurar las producciones en cantidad y calidad.
En definitiva, se dispone en España de importantes superficies de cultivo dedicadas en la actualidad de forma mayoritaria a los cultivos extensivos, que aúnan tanto la disponibilidad de agua como las condiciones edafo-climáticas para el cultivo del avellano. Sin embargo, es también cierto que la tecnología del cultivo puede suplir en gran parte la disponibilidad de las condiciones edafo-climáticas óptimas de un área en concreto.
Así la experiencia iniciada hace cuatro años en la Finca La Porxina (Mequinenza, Zaragoza) con la plantación de diversas variedades de avellano, demuestra que un óptimo manejo del riego y de la fertilización permiten compensar de forma eficiente los factores clima y suelo cuando estos son distantes de los considerados como óptimos para la especie.
De hecho, en esta zona del Valle del Ebro las pluviometrías anuales son inferiores a los 400 mm anuales, el pH es superior a 8 y la caliza activa superior al 12%. A pesar de ello, los avellanos muestran en su quinto año de plantación un perfecto desarrollo.
En los frutos secos el coste de la recolección no es el más importante, dado que permiten un grado importante de mecanización, por lo que la transición hacia sistemas más intensivos ha sido más lenta.
En lo referido a variedades y siendo Tarragona la principal provincia productora, la producción está basada en variedades tradicionales con fruto de calibre mediano- pequeño para usos industriales. En las plantaciones, se aprecia diversidad varietal, cultivándose alrededor de 8-10 variedades locales. La principal variedad es ‘Negret’ (65% de la superficie), muy apreciada por el sector por su gran aptitud industrial y por sus cualidades comerciales (Romero et al. 1997).
También hay mucho interés por la variedad local ‘Pauetet’, parecida a ‘Negret’. Desde hace algunos años, se están realizando plantaciones con las variedades italianas ‘Tonda di Giffoni’ y ‘San Giovanni’, muy bien adaptadas a las zonas de cultivo de Tarragona (Rovira et al. 2017). Entre otras variedades locales destacar ‘Gironell’ (en zonas llanas de regadío), ‘Culplà’, ‘Grifoll’, ‘Morell’ y ‘Ribet’ (en áreas de montaña, 300-800 m de altitud), o ‘Vermellet’ que se encuentra diseminada por casi todas las zonas de cultivo de Tarragona.
Desde hace algunos años, agricultores de zonas más frías de montaña, plantan variedades de calibre grande, destinadas al mercado de consumo de mesa, como la variedad local ‘Castanyera’ (‘Barcelona’), la americana ‘Ennis’ o las francesas ‘Corabel’ y ‘Merveille de Bolwiler’.