La apuesta hacia la calidad y la sostenibilidad en la viticultura
El respaldo de expertos y proyectos de investigación confirma que las variedades resistentes son un camino hacia el futuro más prometedor para la viticultura
La presión económica, ecológica y social para cambiar los métodos productivos de la viticultura, en particular, y de la producción de frutales, en general, es cada vez mayor y los costes de la viticultura moderna son cada vez más elevados. Concretamente, la protección química frente a las numerosas enfermedades de la vid no sólo es costosa a nivel económico, sino que además provoca preocupaciones en los consumidores por los efectos secundarios en la salud y en el medio ambiente. Todo ello nos lleva a la conclusión de que gran parte de los tratamientos químicos deben ser reemplazados por el uso de resistencias genéticas, que supondría además una reducción en gran parte del coste de producción agronómico.
Con esta finalidad, en el año 2018 se inició, en Agromillora, un proyecto CDTI (IDI-20180247) para establecer una red de campos experimentales con variedades híbridas resistentes a mildiu y oídio, y un segundo proyecto (IDI-20211271) que ha dado continuidad a la evaluación de 9 nuevas variedades con el objetivo final de conseguir la autorización para la comercialización de las variedades resistentes que hayan demostrado una buena aptitud en nuestras zonas vitivinícolas. El objetivo que abarca este nuevo escenario es poder cultivar con una reducción importante de tratamientos fitosanitarios, y obteniendo vinos más competitivos económicamente y también más saludables acorde a las demandas del consumidor. El proyecto en el que participan centros de investigación en Castilla y León (ITACyL), Cataluña (INCAVI), Navarra (INTIA) y País Vasco (NEIKER) se encuentra en su fase final.
Las nuevas variedades resistentes obtenidas en el programa de mejora genética de la Universidad de Udine y el Instituto de Genómica Aplicada de Udine (Italia) ofrecen la oportunidad de reducir considerablemente las aplicaciones de tratamientos fitosanitarios. Estas variedades se han obtenido a partir de hibridaciones y subsiguientes retrocruzamientos, y se ha conseguido obtener cualidades enológicas equiparables a cultivares de Vitis vinífera, respetando así los estándares de calidad tradicionales. Dichas variedades ya han sido registradas en Europa, y comercializadas en Italia, donde son muy valoradas tanto por su aporte en la agricultura como por sus características sensoriales.
El interés del proyecto es incuestionable. Lluís Giralt, investigador de INCAVI, afirma que los resultados muestran una gran capacidad de resistencia frente a los hongos causantes del mildiu y el oídio en algunas de las variedades ensayadas, como la ‘Soreli’, la ‘Merlot Khorus’ o la ‘Fleurtai’. Otras variedades presentan diferentes grados de resistencia según la enfermedad, pero habitualmente por encima de las variedades usadas como referencia, en el caso de Cataluña, ‘Macabeo’ y ‘Tempranillo’. “Creo que es básico la realización de ensayos en diferentes condiciones y zonas, con el fin de definir la capacidad de resistencia de cada variedad y poder aportar al sector esta información de manera contrastada y fiable. El proyecto colaborativo, ha conseguido este objetivo”, apunta Giralt. “La sostenibilidad del viñedo está muy condicionada actualmente por la situación de cambio climático, especialmente en la viticultura de secano. Ante esta situación en todos los estudios realizamos un control del desarrollo vegetativo, capacidad productiva y potencial enológico de la vid según las condiciones de cultivo. En el proyecto realizado en colaboración con Agromillora, también se han obtenido y analizado estos datos. Gracias a otra línea de trabajo realizada durante el 2023, el laboratorio de INCAVI es capaz de analizar los genes de resistencia en plantas de vid. Esta capacidad abre la puerta a la colaboración en los estudios de variedades resistentes, tanto en los procesos de caracterización como en el proceso de hibridación y selección de nuevas variedades”.
En el caso del de Navarra, el estudio del INTIA, tiene un interés especial ya que hablamos de un emplazamiento con una precipitación media anual de 1700mm, con precipitaciones, entre abril y octubre, de 400-500mm y con temperaturas medias de 22ºC, lo que puede llegar a producir hasta 10-12 ciclos de reinfección de mildiu y oídio. Con estos condicionantes climáticos ha resultado muy interesante poder evaluar la tolerancia real de las variedades, observándose claras diferencias entre variedades y permitiendo una selección de aquellas con mejores tolerancias. Pero tal y como indica Javier Abad, investigador del INTIA, “en el caso de España la realidad es que con este proyecto estamos dando los primeros pasos para que la certificación sea posible, pero de ahí al siguiente nivel aún queda un largo recorrido por hacer”.
Ana M. Díez Navajas, investigadora del departamento de producción y protección vegetal de NEIKER, apunta que “vivimos en un momento donde la importancia sobre la sostenibilidad medioambiental y la transición hacia estrategias de producción ecológicas es muy importante, tanto a nivel de políticas como a nivel de mercado, por lo que nos vemos obligados a reducir las presiones fitosanitarias, y por aquí pasa el futuro”.
Enrique Barajas, investigador del ITACYL nos explica que el proceso de aprobación de estas variedades es arduo y laborioso, ya que, para conseguir la aceptación de estas nuevas variedades en España, se utiliza la vía de comparación con variedades de referencia, conocidas en el sector como el ‘Tempranillo’ en tinto y ‘Verdejo’ en blanco. Este enfoque se lleva a cabo en un ensayo experimental que implica la evaluación de nueve variedades resistentes junto con las referencias. La implementación de las variedades resistentes requiere un exhaustivo estudio de cinco años, comparando datos con un testigo. Este análisis abarca la evaluación agronómica, la tecnología y la calidad del vino en relación con otras variedades. Barajas destaca que este proceso es un desafío, ya que, desde la formación del viñedo hasta la recopilación de datos, transcurren casi 10 años.
En la cabeza de los agricultores de la mayoría de zonas vitícolas del país resuena la misma pregunta…¿lo que tenemos cultivado a día de hoy, va a resistir las condiciones climáticas que habrá de aquí a 10 años? El futuro del sector, según J.M Mulet, Catedrático del departamento de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia y reconocido divulgador, está en abrirse a las nuevas tecnologías: “las nuevas técnicas genéticas supondrán una oportunidad para que los países puedan dar un paso adelante y mantener la productividad para seguir siendo competitivos. La viticultura y la agricultura tiene que utilizar variedades mejoradas genéticamente, para adaptarnos a las nuevas condiciones ambientales.” Así pues, el objetivo de conseguir variedades resistentes es aportar alternativas innovadoras a la viticultura para lograr un modelo social y ecológico sostenible, y además que sea económicamente competitivo. Claramente, las ventajas de la reducción de productos fitosanitarios tienen consecuencias beneficiosas indiscutibles, en la gestión ambiental y en la salubridad del producto final, y también en el beneficio en los resultados económicos de las empresas vitícolas, especialmente por la reducción de riesgos de perdida de producción, como las vividas el año 2020 en el Penedès.
Eugenio Sartori, Asesor general de planos estratégicos y de investigación en VCR, estima además que con las variedades resistentes se puede llegar a reducir hasta un 70% de los costes en tratamientos. Tenemos en frente de nosotros una alternativa factible hacia la sostenibilidad no solo medioambiental, sino también económica.
Resistenti Nicola Biasi, una red de empresas compuesta por ocho compañías agrícolas que operan en diferentes territorios (Friuli, Veneto, Trentino, Costa del Mar Adriático, Dolomitas…) y guiados por el enólogo Nicola Biasi, han optado por producir vinos que combinen, desde la viña hasta la botella, la excelencia cualitativa con la sostenibilidad real. Para lograr este propósito, han apostado fuertemente por variedades de uva resistentes a enfermedades fúngicas. Nicola Biasi, productor de vino y presidente de la asociación, remarca que «realmente creemos en las variedades resistentes. Confiamos que serán el futuro y tal vez sean ya el presente en algunas áreas porque es la única forma hoy en día de combinar la sostenibilidad y la calidad en la industria del vino». Además, añade una aclaración muy importante: “se pueden hacer vinos de alta calidad con variedades resistentes”.
La mejora genética está impactando en todos los sectores agrícolas como una herramienta imprescindible para salvaguardar la sostenibilidad y la biodiversidad de nuestro entorno y nos damos cuenta de que la viticultura está en plena transformación cuando en prestigiosas Denominaciones de Origen con la tradición de Champagne se aprueba y se incluye en su plan estratégico la plantación y desarrollo de nuevas variedades resistentes. Géraldine Uriel, responsable del departamento de material vegetal y producción del Comité Champagne cuenta que estas variedades resistentes se identificarán en base a etapas de selección para mantener tanto la tipicidad de las variedades de uva actuales con los genes de resistencia deseados, garantizando así el “estilo Champagne”. Actualmente Champagne ya permite plantar un límite del 5% en las superficies de los viñedos en la variedad ‘Voltis’, resistente a mildiu y oídio, e incluir un máximo del 10% de esta variedad en los ensamblajes.
Con este escenario en frente, vislumbramos un cambio revolucionario para la viticultura española con el desarrollo de variedades resistentes obtenidas a partir de parentales de variedades autóctonas como pudieran ser ‘Godello’, ‘Tempranillo’ o ‘Verdejo’. Este avance, actualmente en evaluación, promete ser una verdadera revolución, especialmente en regiones como Galicia, donde la lucha contra mildiu y oídio podría experimentar un cambio significativo con la introducción de estas variedades resistentes.
Según cuenta Riccardo Velasco, PhD. Director del Centro de Investigación en Viticultura y enología de Italia (CREA-VE), para el futuro del mejoramiento se abren nuevos horizontes: en Italia, desde este año, gracias a una ley nacional, se permite la posibilidad de utilizar biotecnologías por primera vez. Nos referimos a las NGT las “Nuevas Técnicas de Mejora”, que en Italia llaman TEA (Tecnologías de Evolución Asistida). Hasta ahora, la experimentación con estos mutantes naturales inducidos por la edición del genoma se limitaba a los laboratorios, pero ahora ya es posible proceder con la experimentación en “campo abierto”.
En este caso, una ley italiana permite dar un pequeño paso más rápido que el resto de Europa. Son solo experimentos, pero un paso importante para poder comprender si las plantas mutantes pueden ser resistentes a las enfermedades en el campo.
El camino hacia variedades resistentes autóctonas es un objetivo perseguido en las principales regiones vitícolas, y podría ser la clave para superar desafíos fitosanitarios y revolucionar la forma en que se cultiva y disfruta del vino en España. Según apunta Luís Buitrón, presidente de la Federación Española de Enólogos, “las variedades resistentes nos dan un arma muy potente para el campo, pero también a nivel sensorial ya que se está viendo que los vinos conseguidos en base a estas variedades están dando muy buenos resultados: calidad y valores organolépticos muy válidos.”
Además, no podemos olvidar que una tendencia creciente entre los consumidores jóvenes es la demanda hacia la calidad por encima del origen. Estos, están más enfocados en lo que ofrece el vino que de donde procede ese vino y se reclama un respeto desde las marcas hacia el medioambiente. El uso de fitosanitarios aleja al consumidor porqué lo perciben como algo negativo. Se prevé que las variedades resistentes consigan acercarnos más a las demandas crecientes de estos nuevos consumidores y por supuesto, la aceptación final de las variedades está ligada a la aceptación por parte del consumido, pero podemos afirmar hoy en día que los vinos elaborados con estas variedades resistentes son vinos con cualidades enológicas muy buenas. En algunos casos, estas variedades son notablemente similares a las cepas «originales», lo que posibilita la producción de vinos con perfiles organolépticos parecidos, pero con una notable reducción en el uso de tratamientos fitosanitarios. Alberto Martín, responsable de elaboración variedades resistentes en ITACYL, anota que “este avance está permitiendo la vinificación en áreas donde la viticultura ecológica anteriormente era impensable, abriendo nuevas perspectivas en la industria vitivinícola”.
Además, la aceptación y el interés en estas variedades por parte de prestigiosas regiones vinícolas y empresas destacadas demuestran su potencial para mantener la calidad y la autenticidad del vino mientras se abordan los desafíos actuales en términos de sostenibilidad, rentabilidad e impacto social, permitiendo así una competitividad económica a largo plazo.