“Queremos eliminar todos los tratamientos permitidos en el ecológico”
Entrevistamos a Josep María Albet, gerente de bodegas Albet i Noya
La importancia de la mejora genética para el futuro de la viticultura, la innovación y el desarrollo de nuevas variedades son cruciales para enfrentar los desafíos del cambio climático y las enfermedades de la vid.
¿Cuál fue la motivación para hacer vino ecológico desde que nació Albet y Noya hace más de 40 años?
Nosotros no nos fijamos el objetivo de ser ecológicos, nuestro objetivo era comercializar nuestros vinos. Nos encontrábamos en una fase en la que no podíamos vender bien la uva, no nos la pagaban bien, aquí fue cuando decidí comenzar a elaborar mis propios vinos.
Me enviaron un fax que llegaba desde Dinamarca en el que decía que buscaban a alguien que hiciera vinos ecológicos. Después de barajarlo, empezamos a producir en ecológico para estos clientes daneses.
Cuando salí “fuera” a vender vinos y a conocer aquellos que nos habían contactado, descubrí un mundo de gente nueva que no tenían las “taras” que tenían la gente del mundo del vino aquí y entonces nos dejamos querer. No había nadie más que lo hiciera, y durante 10 años estuvimos solos en la península.
Comenzamos exportando el 80% de nuestra producción, y así lo seguimos haciendo hoy día, exportando también el 80% de lo que producimos.
¿Con el auge de la viticultura ecológica, sigue siendo para vosotros un elemento diferenciador?
En aquel entonces, era un claro elemento diferenciador, pero a medida que se ha ido adoptando como una normalidad ha dejado de serlo.
Por esto siempre hemos tenido la inquietud de ir un poco más allá del ecológico. Y es por eso que quisimos ir un paso más allá y empezamos a preocuparnos no solamente para hacer ecológico, sino para intentar eliminar todos los productos permitidos en el ecológico: el cobre y el azufre.
Aquí cuando arranca nuestro proyecto de variedades resistentes.
¿Cómo iniciasteis este proyecto?
Yo tenía referencias de variedades híbridas que hubo aquí durante la llegada de la filoxera.
En esa época, se realizaron cruzamientos entre variedades vitis vinífera y vitis americanas para encontrar resistencias a la Filoxera, pero se descubrió que no solo resistían a la filoxera, sino que también lo eran a los hongos.
Conocimos que había un retorno de algunas variedades resistentes, en este caso por un Chateau francés de un importador nuestro, que se dedica exclusivamente a investigar en viticultura ecológica.
Entonces empecé a moverme para conocer más sobre el tema y conocí a Pierre Bassler, un ingeniero suizo que dedicó su carrera a realizar cruzamientos de este tipo. Bassler me dio a probar unas variedades que resultaron ser brutales, no tener que tratar la viña era algo inimaginable, alucinante.
A partir de este punto se nos planteaban distintas opciones: una, era Hacer lo que habíamos hecho siempre: coger variedades francesas, italianas, alemanas… y plantarlas, pero vimos que perdíamos el perfil de nuestras variedades y nuestros vinos.
Fue cuando elegimos la segunda opción: hacer nuestras propias variedades resistentes.
Primero, intentamos que el proyecto lo llevara a cabo la administración, pero no quisieron “engancharse”. Yo no quería perder ese tren, creo que era un tren que no podíamos dejar escapar y, al igual que la viticultura ecológica en su momento, era una oportunidad muy importante.
Y no solo tiene importancia para nosotros, la tiene para toda la viticultura, ya que no tener las ventajas competitivas que pueden ofrecer, nos dejaría fuera de mercado.
¿Y en qué consiste?
El proyecto lo lideramos juntamente con otras bodegas: el Celler de Alta Alella y el Josep Pinyol del Penedés.
Aun así, el actor principal en todo esto es el ingeniero Valentin Blattner, un discípulo del doctor Bassler. Él tiene todo el know-how y sabe realizar los cruces para transmitir cada resistencia que requerimos.
Con Blattner, estamos viendo que no podemos limitarnos con las variedades locales que hemos visto aquí, porque existen muchas variedades y habrá variedades para muchos otros países.
En los últimos 11 años hemos realizado más de medio millón de cruzamientos de nuevas variedades, de las cuales 6000 tienen todas resistencia poligénica y de las cuales vinificamos unas 400 cada año porque ya vemos que tienen aptitudes para vinificar.
Actualmente, estamos empezando una nueva línea dedicada a la resistencia a la Xyllella Fastidiosa, que es algo que está empezando a afectar en el sur de Italia, Mallorca, algo en Valencia… Es un proyecto que tardará, al menos, unos 20 años en estar en el mercado, pero hay que empezarlo, sino nunca tendremos soluciones a tiempo.
¿Crees que a corto plazo podremos contar con Macabeos, Xarelos o Parelladas resistentes?
Creo que sí, de hecho, yo ya los tengo. Concretamente: Xarelo, macabeo, parellada ull de llebre y garnacha.
Lo que pasa es que, de cada uno, solo tenemos una o 5 cepas que todavía estamos acabando de comprobar.
Realmente tenemos una cantidad de materiales espectacular, con un nivel de resistencia brutal. Estamos obteniendo muchas variedades con perfiles, Merlot, Caubernet, Syrah y variedades italianas… ya que los donantes de polen que utilizamos tienen estos orígenes y, por lo tanto, acabamos obteniendo perfiles de este tipo.
Tenemos cepas que no son solo poligénicas con 2 genes, sino con 3 y 4 genes de resistencia a mildiu y oídio. Incluso una de 5. Tenemos algunas que tienen todos los genes que existen con resistencia.
Lo importante, pero, es que sean buenas. Que tengan los genes no nos asegura que vayan a serlo así que debemos comprobarlas bien.
¿Para adaptarnos a las condiciones climáticas y a las enfermedades, la genética es la respuesta?
Aunque no tiene todas las respuestas, ni es la única respuesta que hay, obviamente, la genética tiene respuestas.
Se buscan variedades que serán resistentes a la sequía. La influencia de la variedad en la resistencia a la sequía es un 10%. Y La influencia que puede tener el pie puede ser de un 60/70%, por eso creo que hay que trabajar en los pies resistentes y sus combinaciones con las distintas variedades.
Debemos trabajar en todas las direcciones posibles para mejorar las plantas a nivel genético y mejorar la resistencia a la sequía y a las enfermedades.
Pero hay que tener claro que existe un punto en que nada es resistente: si no hay agua, no hay vida.
¿Cómo recibe la comunidad vitivinícola los nuevos proyectos e investigaciones?
Para aquellos viticultores que lo prueben, no habrá marcha atrás.
Un ejemplo claro: El Chardonel (resistente), con solo 2 tratamientos ya no tiene oídio. El Chardonnay muchas veces, queda con una cara de la uva quemada por el exceso de azufre y la otra cara con oídio.
Pasar de 100kg de azufre por hectárea, con doce tratamientos a pasar a 5 o 6kg de azufre con dos tratamientos, de día, sin depender de la humedad ni el viento, es un cambio brutal para el viticultor.
Si logramos que la uva se valore, creo que está muy claro, yo lo tengo muy claro.
¿El consumidor podrá diferenciar el vino de una variedad resistente de la que no lo es?
No, hoy en día es imposible que el consumidor detecte solo por el vino si este se ha elaborado a partir de una variedad resistente, porque no hay diferencias.
Si trabajamos con una variedad que provenga del Chardonnay, obtendremos un perfil Chardonnay. Si esta es hija de Xarelo, pues obtendremos un perfil Xarelo.
¿Y estaría dispuesto a pagar un precio más alto por un vino elaborado a partir de variedades resistentes?
Si somos capaces de construir un storytelling, en el que se explique detalladamente qué ventajas tiene para el consumidor y para el medioambiente, no habrá problema.
Con una buena información, el consumidor se decantará por las variedades resistentes. Si somos capaces de contarlo bien, que creo que es posible, el resultado es claro.
¿Crees que, igual que abristeis el camino en lo ecológico, lo haréis con las variedades resistentes aquí en la zona del penedés?
Creo que estamos abriendo camino, estoy seguro. Si hubiese podido elegir, no me hubiese gustado tener que abrir el camino, a mí me más hacer vino y trabajar la viña, era lo que me apasionaba.
Pero cuando se presentó la ocasión, y en vista que no había implicación, me sentí con la obligación de hacerlo. No solo por mí, sino por el sector que me apasiona.