El árbol de avellanas es un árbol muy sensible a la falta de agua, presentando una baja capacidad de regulación estomática. Su cultivo se recomienda en regadío o en secanos con pluviometría elevada. En secano requiere una pluviometría anual mayor a 700 mm bien distribuidos para su desarrollo y obtención de buenos resultados productivos.
Cultivo del avellano
Para el cultivo del avellano en secano, el árbol debe disponer de lluvias suficientes en primavera y en verano. En otoño, hay que haber un mínimo de precipitación para mantener una vegetación adecuada durante la aparición de los órganos florales y del desarrollo del fruto.
En su cultivo en regadío es importante distribuir los riegos convenientemente según las necesidades de las distintas fases del cultivo. Si sufre de estrés hídrico pueden producirse diversos problemas como veremos más adelante. En cuanto al suelo más adecuado para su cultivo, el avellano prefiere suelos de textura media, con buena permeabilidad. Una textura muy arcillosa o con presencia de capas impermeables puede causar la asfixia radicular. El sistema radicular del avellano es relativamente superficial (hasta los 60 cm aproximadamente), de crecimiento lateral y con menor capacidad de exploración en profundidad que otras especies frutales.
Árbol de avellanas: beneficios del riego
Los beneficios del riego están asociados a la capacidad productiva del árbol. Para que el árbol se desarrolle de forma óptima debe recibir agua en cantidad suficiente de acuerdo a sus necesidades en cada fase fenológica. El riego en la cantidad y momento adecuado conlleva, entre otros, los siguientes beneficios:
- Favorece la diferenciación de las yemas florales, siendo las flores menos propensas a la caída.
- Incrementa el índice de superficie foliar.
- Aumenta la tasa de fotosíntesis neta.
- Mejora la asimilación de nutrientes con efecto directo sobre la productividad.
- Adelanta la entrada en producción del árbol.
- Atenúa la alternancia en la producción.
- Aumenta el calibre del fruto.
Sensibilidad del avellano al estrés hídrico
El avellano es muy sensible a la sequía. En tierras excesivamente calcáreas y de naturaleza seca puede resentirse por la falta de humedad. En condiciones de estrés hídrico se produce una disminución de la funcionalidad foliar y de la capacidad acumulativa de la copa, lo que afecta directamente a las reservas del árbol para su producción de avellanas.
La falta de agua interfiere en el adecuado desarrollo del árbol, afecta a la productividad, y conlleva perjuicios en algunas características de importancia comercial como son el aumento del porcentaje de frutos vanos y la disminución del rendimiento al descascarado. Cuando el avellano sufre de estrés hídrico, además, es frecuente la caída prematura del fruto, por lo que la cosecha se vería reducida. El avellano tiene un ciclo anual con superposición de estados fenológicos de crecimiento vegetativo y de desarrollo del fruto. En este sentido, requiere una disponibilidad hídrica adecuada para paliar la competencia entre los diferentes órganos del árbol.
Árbol de avellanas: necesidades hídricas
Las necesidades de agua varían en cada fase fenológica. Las fases con más necesidades de agua son el periodo que abarca
el crecimiento vegetativo, la inducción floral y el desarrollo de la avellana. Los requerimientos hídricos dependen de la variedad, condiciones edafoclimáticas, estado de desarrollo del árbol y técnicas de cultivo (poda, fertilización, control de malas hierbas, enfermedades, plagas…).
El estado de desarrollo de los árboles influye en las necesidades de riego. Durante los primeros años (fase de formación del árbol) el objetivo del riego es desarrollar árboles sanos y vigorosos preparados para la etapa de producción. Además, con la edad de los árboles varían las necesidades de agua. En el caso de los avellanos se alcanza su pleno desarrollo entre los 8 y 9 años. En la etapa adulta la producción de un año es el resultado de la diferenciación que ocurre en el ciclo anterior. De ahí la importancia de mantener sin estrés hídrico al árbol, de forma que se den las mejores condiciones para obtener frutos en cantidad y calidad óptimas.
Sistema de riego
El riego por goteo proporciona una humedad óptima y uniforme manteniendo la aireación del suelo y distribuye el agua y los nutrientes directamente en la zona de las raíces. Por ello, el riego por goteo ha demostrado ser el sistema de riego más eficiente, consiguiendo aumentos de producción respecto a otros sistemas de riego, utilizando menos agua y nutrientes.
El sistema de riego debe adaptarse a las características del sistema radicular. En el caso del árbol de avellanas se trata de un sistema radicular poco profundo, con capacidad de absorción efectiva entre los 15 y los 60 cm, y con expansión lateral. Para poder realizar un adecuado diseño del sistema de riego y conseguir un riego eficiente y uniforme, debemos conocer las características del suelo en cuanto a textura. Ya que según sea la textura del suelo así será su capacidad de retener el agua.
La fuerza con que el agua es retenida en el suelo depende del tamaño de los poros del suelo. A menor tamaño del poro, mayor fuerza de retención del agua y, por lo tanto, mayor capacidad de almacenamiento. Un suelo arcilloso está formado por partículas más pequeñas, por lo tiene gran cantidad de poros pequeños. Por ello tiene mayor capacidad de almacenamiento de agua. Además esta mayor capacidad de retención hace que la velocidad de infiltración en el terreno sea menor, por lo tanto el bulbo húmedo, es decir, la mancha de humedad en el suelo se extiende de manera horizontal.
En el otro extremo están los suelos arenosos, cuyas partículas son más grandes y tienen un gran volumen de macro poros con escasa retención de agua. En suelos con textura arenosa, el agua tiende a infiltrarse más rápidamente en profundidad, por lo que el bulbo húmedo se extiende menos en superficie y es más alargado hacia abajo. Dado que con el riego se debe crear una franja de humedad continua a disposición de las raíces, la forma que adopta el bulbo húmedo según el tipo de suelo va a condicionar la distancia entre goteros y también el caudal de los goteros.
Hemos indicado que un suelo arenoso tiene una mayor velocidad de infiltración de agua, lo que significa que debemos aplicar el agua más lentamente, es decir un suelo arenoso requerirá un caudal de gotero menor. Mientras que en un suelo arcilloso podremos aplicar un mayor caudal durante un menor tiempo de riego.
Por todo lo explicado, resulta fundamental conocer el tipo de suelo tanto para el diseño del sistema de riego, como para determinar el tiempo y la frecuencia de riego. El caudal recomendado de goteros estará comprendido entre 1,6 y 2,3 l/h. La separación de goteros estará entre 50 y 75 cm. En suelos ligeros optaríamos por caudales de goteros bajos y una menor separación entre ellos. Por el contrario, en suelos pesados con capacidad de retención de agua podremos instalar goteros de mayor caudal y con una separación mayor entre ellos.
En cuanto al caudal de los goteros, es importante remarcar que el hecho de que el gotero sea de bajo caudal no tiene que llevar consigo problemas de obstrucción. La resistencia de un gotero a la obstrucción es consecuencia del diseño interno del gotero y no del caudal del mismo. Aspectos como la turbulencia del gotero, derivada directamente del diseño del laberinto o el tamaño del filtro del gotero, determinan una mayor resistencia a la obstrucción y, por tanto, una mayor vida útil del gotero trabajando en condiciones óptimas de uniformidad y eficiencia.
Gotero autocompensante o no autocompensante
Otro aspecto importante a tener en cuenta en el momento de la elección del tipo de gotero es si el gotero es autocompensante o no. Los goteros autocompensantes mantienen constante su caudal de riego, con independencia de la presión, dentro de un rango de presión que dependerá del modelo del gotero. Esta característica de autocompensación de los goteros permite que el caudal sea el mismo al inicio y al final de la tubería portagoteros. Por lo tanto se obtiene una uniformidad en el riego, ya que el primer árbol de la línea recibe la misma cantidad de agua y de fertilizantes que el último árbol.
En el caso de goteros que no sean autocompensantes el caudal depende de la presión. Debido a las pérdidas de carga producidas a lo largo de la tubería, en terreno llano la presión al inicio de la línea será mayor que al final, por lo que los
goteros del inicio regarán con un caudal mayor que los del final. Este hecho, en poco tiempo, se notará en el desarrollo de los árboles y en la productividad. Por lo que es altamente recomendable invertir en un gotero autocompensante.
Tipos de instalación de riego por goteo del árbol de avellanas
El sistema de riego por goteo puede instalarse de dos formas:
- Riego por goteo superficial: la tubería se extiende en superficie. En el caso del avellano, se recomienda nos laterales de riego por línea de árboles, un lateral a cada lado del tronco.
- Riego por goteo subterráneo: la tubería se instala enterrada en el terreno mediante unas máquinas especiales que se acoplan al tractor. Este apero inyecta la tubería portagoteros en el terreno a medida que avanza el tractor. La profundidad de instalación depende del tipo de cultivo y de la profundidad de su sistema radicular. En el caso del avellano la profundidad recomendada está entre 15 y 35 cm.
La instalación superficial presenta la ventaja de la facilidad y rapidez de instalación. Sin embargo, tiene el inconveniente de que la tubería queda más expuesta a posibles daños mecánicos por labores de cultivo o por roedores. En el caso del avellano que es un cultivo altamente mecanizado, la instalación subterránea evitaría la posibilidad de daños causados por la maquinaria.
Además de evitar el inconveniente citado, la instalación de la tubería enterrada presenta una serie de ventajas. Es importante valorarlas en el momento de realizar una instalación nueva de riego por goteo. El riego por goteo subterráneo es una forma de riego fiable, que ha sido objeto de diferentes ensayos en todo el mundo por diferentes organismos (universidades, centros de investigación agraria, fabricantes, etc.). Además, actualmente, ya se dispone de una amplísima experiencia de riego subterráneo en gran variedad de cultivos que se benefician de las ventajas de este sistema, entre las que destacan:
- Reducción de las pérdidas de agua por evaporación, escorrentía y percolación profunda.
- Aporte de agua y fertilizantes más eficiente justo en la zona de las raíces. Permite disminuir las cantidades de los mismos para el mismo aprovechamiento.
- Menor lixiviación de los fertilizantes.
- Disminución de la emergencia de malas hierbas debido a la distinta profundidad del sistema radicular de estas respecto al sistema radicular del cultivo.
- Permite el riego durante la cosecha u otras operaciones de cultivo.
Todo ello se traduce en una disminución de costes, tanto económicos como ambientales. La instalación superficial y la instalación subterránea requieren equipos semejantes, tan sólo hay que tener en cuenta criterios de diseño específicos y algunos elementos de protección adicionales. En el sistema de goteo enterrado el gotero seleccionado deberá ser antisifón, que evita que se succione la tierra al interior del gotero. Es aconsejable también que el gotero disponga de barrera física antiraíces.
Además, los sistemas deberán incluir tuberías de drenaje que conecten el final de los laterales de goteo, con el fin de realizar limpiezas periódicas de los emisores. Otra práctica recomendable es el control del volumen de agua aplicado mediante contadores volumétricos o caudalímetros. Esta práctica se debería realizar tanto en riego superficial como subterráneo. Esta acción es necesaria para comprobar que el sistema se encuentra funcionando dentro de los parámetros para los que ha sido diseñado y detectar posibles problemas. En el caso del riego superficial, subjetivamente creemos que no son necesarios porque podemos ver el agua en superficie, pero es aconsejable en ambos sistemas de riego.
Monitorización de la humedad en el suelo
Saber qué ocurre con el agua y los fertilizantes una vez aplicados al suelo, nos va a permitir optimizar el uso de estos recursos. Para monitorizar el contenido y el movimiento del agua y los fertilizantes en el suelo, disponemos de sistemas que nos permiten conocer cómo se comportan las raíces del árbol de avellanas en cuanto a la absorción de agua en el tiempo y a distintas profundidades.
¿Por qué medir la humedad en el suelo?
- Primero, porque lo que no se mide no se puede gestionar correctamente.
- En segundo lugar, porque podemos adaptar el agua aplicada y la frecuencia de aplicación al consumo real de la planta.
- Finalmente, porque aumentaremos la eficiencia en el uso del agua, los fertilizantes y la energía, lo que repercutirá directamente en los costes asociados al cultivo del avellano.
¿Cómo monitorizar la humedad del suelo?
El movimiento del agua en el suelo y el patrón de absorción por parte del árbol de avellanas se monitoriza mediante puntos de control en los que instalaremos sondas de humedad. De los diferentes tipos de sondas de humedad existentes, para el avellano son recomendables las sondas multinivel encapsuladas que llevan un sensor de humedad FDR cada 10 cm. Estos sensores miden la humedad y la temperatura del suelo cada 10 cm de profundidad. Opcionalmente, este tipo de sondas también puede medir la salinidad del suelo a distintas profundidades. Esto nos dará una idea del contenido de fertilizantes en el suelo, de su absorción por parte de la planta y de si estamos teniendo pérdidas de fertilizante por percolación profunda.
Los datos medidos por la sonda se pueden recoger de dos formas, según la forma de comunicación elegida:
- Mediante comunicación bluetooth, acercándonos con nuestro teléfono móvil a la sonda y después descargando los datos en el programa.
- Mediante comunicación GPRS. En este caso la sonda lleva una tarjeta SIM y comunica directamente subiendo los datos a la nube.
Estos datos se muestran en una plataforma que nos permite:
- Monitorizar la actividad radicular y el contenido de humedad en el suelo a diferentes profundidades.
- Conocer la eficiencia de los riegos y las posibles pérdidas de agua y fertilizante por percolación en profundidad.
- Ajustar el tiempo y la frecuencia de los riegos.
- Establecer las profundidades de las raíces activas en las distintas fases del cultivo.
- Establecer los umbrales críticos de humedad.
- Evitar estrés por saturación o por déficit de agua.