El sistema superintensivo.
¿Altísima densidad o altísima sostenibilidad?
Analizamos el sistema superintensivo
El aumento de la densidad de plantación no es incompatible con las directrices de sostenibilidad. Así lo atestiguan las observaciones y estimaciones de impacto ambiental llevadas a cabo en el sistema superintensivo en Apulia en Italia.
El sistema olivícola superintensivo es, en la actualidad, la única forma de cultivar el olivo que permite producir aceite virgen extra reduciendo los costes de producción muy por debajo del precio al por mayor y representa el fruto del know-how internacional, científico y tecnológico, en el ámbito de la olivicultura.
El sistema superintensivo está complementando los sistemas tradicionales e intensivos en los países de antiguo cultivo como Italia y España, llevando una brisa fresca que aporta novedad a un sector productivo enjaulado y afligido y, sobre todo, márgenes de ingreso significativos a los empresarios oleícolas. Precios del virgen extra al por mayor superiores a 5-6 euros/kg han durado un abrir y cerrar de ojos, como era de esperar, y ahora las cotizaciones han vuelto a los niveles de 3-4 euros/kg como máximo en Italia.
La investigación internacional ya ha validado la sostenibilidad agronómica y económica de las plantaciones superintensivas. Al igual que las demás especies arbóreas de fruto, la gestión del cultivo del olivar (de cualquier olivar) requiere una preparación técnica y experiencia profesional, adaptada al entorno agrícola.
La investigación está dando buenos resultados y en un corto plazo, incluso en lo que respecta a la sostenibilidad ecológica de los olivares superintensivos, conocidos también como “de altísima densidad”. La presente nota ilustra y evidencia algunos aspectos cruciales relativos a la sostenibilidad ambiental de las plantaciones olivícolas superintensivas.
Existen evidencias científicas y experiencias de campo directas que responden a algunos interrogantes movidos por dudas legítimas, pero también a acusaciones injustificadas que, en ocasiones, son fruto de un enfoque ideológico obtuso o interesado, afortunadamente cada vez menos común.
Nuestra experimentación, que cumple ya casi veinte años, ha demostrado que un cultivo olivícola superintensivo requiere aportaciones agronómicas idénticas a las de cualquier otro olivar común de la misma zona, del mismo nivel de producción, y que su gestión implica el conocimiento y aplicación del Código de Buenas Prácticas Agrícolas establecido en el D.M. del 19 de abril de 1999 (publicado en el Diario Oficial de la República Italiana nº 102 S.O. nº 86 del 4 de mayo de 1999) y de los Reglamentos de Producción Integrada que las Regiones actualizan anualmente y publican en las respectivas páginas web institucionales.
La gestión de los olivares superintensivos
Los volúmenes estacionales de riego varían notoriamente con la evolución termo-pluviométrica anual y con las características edafológicas de la empresa. Para una plantación superintensiva se pueden superar los 2.000 metros cúbicos por hectárea en las añadas de sequía; sin embargo, los volúmenes de regadío están, generalmente, por debajo de este valor.
Recientes investigaciones llevadas a cabo en Sicilia, en entornos con elevada demanda evapotranspirativa, han puesto de manifiesto que 1.300 metros cúbicos por hectárea serían suficientes para satisfacer las necesidades hídricas anuales de las plantaciones olivícolas superintensivas.
Las dosis de fertilizante están relacionadas con los niveles productivos esperados, que normalmente superan las 12 toneladas de aceitunas por hectárea, y estas prevén valores ordinarios de 130 unidades de nitrógeno, 30 de fósforo y 110 de potasio.
La gestión fitosanitaria, llevada a cabo según las actualizadas Directrices de Protección Ecosostenible / Especificaciones de Gestión Integrada, prevé al máximo 2-3 tratamientos cúpricos, admitidos en agricultura ecológica, y 2-3 tratamientos insecticidas, realizados según los principios de control guiado, siempre en función de las condiciones climáticas de la añada.
La gestión del suelo en las plantaciones superintensivas se efectúa según criterios de ecosostenibilidad / gestión integrada, contemplando, entre otras cosas, aportes de fertilizantes y enmiendas orgánicas, abono verde, cubiertas vegetales controladas en la separación (foto 1), triturado de los sarmientos in situ, empajado de la fila con materiales biodegradables sin utilizar el desherbado químico. Por último, a partir del cuarto año de la plantación, la conversión de los olivares superintensivos a ecológicos ya es una realidad generalizada.
Bioindicadores de Natura 2000
Las técnicas agronómicas previstas en las plantaciones olivícolas superintensivas elevan hasta tal punto la sostenibilidad medioambiental que fomentan, en lugar de obstaculizar, la formación de hábitats adecuados al ciclo vital de especies vegetales y animales presentes, por ejemplo, en las zonas LIC / ZEC, según el Formulario Natura 2000, y que representan bioindicadores específicos de los espacios naturales.
Bajo las hileras de un olivar superintensivo adulto se ha observado a finales de primavera la floración de orquídeas espontáneas típicas de Murgia en Bari, pertenecientes al género Serapias (foto 2). Prados áridos y baldíos, garrigas o claros de bosques constituyen, en ecosistemas naturales, el hábitat de estas orquídeas que poseen un sistema de polinización entomófila. La presencia de estas especies vegetales se ha observado durante dos años consecutivos.
El agrosistema olivícola superintensivo, gestionado según los criterios ecosostenibles anteriormente expuestos, no contamina el medioambiente y no daña los insectos polinizadores, lo suficiente como para permitir la constitución y el establecimiento del hábitat adecuado para especies vegetales delicadas y exigentes desde el punto de vista ecológico.
Cuerpos fructíferos de hongos basidiomicetos pertenecientes al género Coprinus, conocidos bioindicadores de la ausencia de contaminación por metales pesados, se han observado en hilera de olivares superintensivos abonados con materiales orgánicos (foto 3).
Copas acogedoras para la avifauna
Ni siquiera las especies animales se escapan de las evidencias científicas. Se han fotografiado nidos atribuibles a la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) en la misma plantación (¿una casualidad?) durante varios años seguidos, dentro de la vegetación especialmente densa de las variedades adecuadas para el sistema superintensivo (foto 4).
De hecho, la curruca cabecinegra vive generalmente en el bosque mediterráneo, caracterizado por densos y bajos arbustos, y se encuentra también en entornos de bosques que presenten un exuberante estrato arbustivo. El hábitat adecuado para la nidificación de este pájaro en el olivar superintensivo se ha visto favorecido no solo por las características vegetativas de los cultivares, pero sobre todo por la forma de explotación y por los criterios de poda que estos cultivos requieren.
Efectivamente, la forma en eje central determina una estructura ‘plena’ del árbol, mientras que la total ausencia de intervenciones acccesorias en el interior de las ramas productoras permite la formación de una copa baja y uniformemente densa.
Además, entre sus presas más comunes se incluyen insectos de diferentes especies, larvas de lepidópteros, ortópteros y áfidos, arañas que evidentemente no faltan en el olivar superintensivo. La disponibilidad de dicho pábulo es, por tanto, indicador adicional de una entomofauna rica y equilibrada. Por último, a finales del verano y durante el otoño, la curruca cabecinegra se alimenta también de los frutos y semillas de numerosas plantas, y no se excluye que se haya podido alimentar incluso de las olivas.
Huella del carbono y del agua
La explotación tradicional del olivo en secano representa notoriamente un sistema de cultivo con balances pasivos desde un punto de vista económico. ¿Y desde el punto de vista ecológico?
La medición del impacto medioambiental de un proceso productivo, incluso agrícola, con indicadores sintéticos avanzados, como la huella de carbono (carbon footprint – CF) y la huella del agua (water footprint – WF), suele provocar estupor debido a los resultados numéricos.
Se ha demostrado que el cultivo intensivo del olivo puede incluso doblar la cantidad de gases de efecto invernadero inmovilizado en la biomasa vegetal y en el suelo (carbon sinks) respecto a la tradicional en secano. Por otra parte, el aumento de la escasez de agua dulce y el importante papel que esta desempeña en la producción agroalimentaria enfatizan la necesidad y la urgencia de optimizar el uso del agua en las actividades humanas y, en particular, en agricultura.
Las actividades agrícolas y de la agroindustria, efectivamente, pueden llegar a consumir el 70% del agua dulce disponible a nivel mundial. En Italia, el porcentaje se sitúa en niveles más bajos, alrededor del 30% del total, que corresponden aun así a cantidades importantes (aproximadamente 15.000 millones de metros cúbicos al año) y están concentradas en las dos zonas agrícolas de mayor vocación: la llanura Padana y Apulia (datos FAO).
En este contexto, la huella del agua es capaz de cuantificar de forma correcta tanto el consumo como la contaminación del agua dulce por parte de una actividad de producción.
Uso eficiente de los recursos hídricos
La estimación de la WF permite poner en práctica las medidas necesarias de reducción del impacto y, por tanto, un uso más sostenible de este preciado recurso natural no renovable. Un reciente trabajo ha demostrado que la WF de los olivares superintensivos es comparable a la de los olivares intensivos en regadío, valorada en torno a los 2.700-2.800 metros cúbicos por tonelada de aceitunas producidas al año.
Un olivar tradicional en secano, en las mismas situaciones edafoclimáticas, tiene una huella del agua superior, medida alrededor de los 3.400 metros cúbicos por tonelada de aceituna al año, relacionada con una menor eficiencia en agricultura de secano.
La situación empeora si convertimos los olivares tradicionales en regadío: su WF sube a 5.700 metros cúbicos por tonelada de aceitunas al año, debido al aumento de producción proporcionalmente inferior a la variable del recurso hídrico disponible. En otras palabras, al parecer, regar un olivar tradicional supone un auténtico desperdicio de agua dulce.
Los sistemas de cultivo más modernos, sin embargo, presentan una demanda menor de agua dulce en regadío. De hecho, el componente principal de la WF es la cuota azul, es decir, la relacionada con el riego, que representa casi el 77% del total para las instalaciones tradicionales e intensivas en regadío, contra el 74% para los superintensivas.
El conocimiento de la WF podría contribuir a una mejor transparencia y conocimiento del producto final, proporcionando a los consumidores un soporte para realizar decisiones bien informadas. Estos resultados, junto a los que se están poniendo en evidencia por la estimación de la CF de los olivares y del aceite, podrían resultar útiles incluso para favorecer y mejorar el cultivo del olivo en un contexto de agricultura y de agroindustria ecosostenible.
No menos importante es la protección de las vertientes que las instalaciones superintensivas pueden ofrecer, si se tiene en cuenta que la superficie de suelo cubierta, y por lo tanto protegida, en las instalaciones tradicionales es como máximo del 50%, mientras que en los olivares superintensivos supera el 60%. Si además se considera que en los espacios vacíos de estas instalaciones se practica la cobertura controlada, no es difícil comprender la preciada contribución que la olivicultura superintensiva puede proporcionar a la lucha contra el desequilibrio hidrogeológico en las zonas montañosas, así como está demostrando en el sur de España.
Sostenibilidad y calidad
El sistema de cultivo superintensivo posee numerosos y notables requisitos de sostenibilidad ecológica, derivados de las técnicas de cultivo que lo caracterizan: cultivar y marcos de plantación, gestión de la copa, del suelo, del agua y de los nutrientes.
La presencia comprobada y constante en el tiempo de especies vegetales y animales de interés comunitario constituye la respuesta más inmediata y elocuente a los posibles impactos medioambientales derivados de la realización de un olivar superintensivo, incluso en las zonas agrícolas situadas en zonas LIC / ZEC.
La elevada densidad de árboles representa paradójicamente el motivo fundamental de la ecosostenibilidad de este sistema de cultivo. A esto se le añade, finalmente, que el resultado agronómico de las instalaciones olivícolas superintensivas está formado por un producto de Alta Calidad, incluso Ecológico, de bajo coste de producción. En este sentido, sería necesario rebautizar los olivares superintensivos para llamarlos olivares supersostenibles.
Dicha información, combinada con otros aspectos fundamentales como los económicos y sociales, podría constituir un punto de partida para la formulación de directrices tanto para la gestión racional del olivar, como para las políticas agrícolas regionales, nacionales y comunitarias.
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