Impacto productivo del Olivar Superintensivo frente al Tradicional

El sector agrario se enfrenta a una creciente demanda de alimentos y a una mayor necesidad de proteger el medio ambiente y mejorar las condiciones de vida de las zonas rurales.
Esto puede conseguirse con la Agricultura Intensiva Sostenible. En este trabajo hemos analizado el impacto productivo, ambiental y social de olivares con distintas densidades y sistemas de manejo, para esclarecer si la intensificación del olivar es compatible con los retos mencionados.

Nuestros resultados indican que la sostenibilidad del olivar depende más del manejo del cultivo que de la densidad de plantación. De hecho, el olivar superintensivo, con un manejo adecuado, además de ser más rentable que el olivar tradicional, puede mejorarlo en lo que se refiere a impacto ambiental y social. La conclusión de este trabajo es que el olivar superintensivo es válido para la Agricultura
Intensiva Sostenible.

El reto de la nueva olivicultura

El suelo de nuestro planeta ocupa unos 15 billones de hectáreas, de las que algo más de un tercio se dedican a la agricultura.
Es explicable, por tanto, el interés por el impacto de esta actividad, con la que se interactúa de manera continua con la naturaleza. La mayoría de los expertos coinciden en que hay que conseguir la seguridad alimentaria para todos los habitantes del planeta a la par que se reduce el impacto negativo de la agricultura en el medio y se asegura un beneficio económico justo para el agricultor.

Esto es un reto considerable, ya que el aumento de la población mundial y los cambios en los hábitos de consumo requerirán un aumento de la producción agrícola superior al 60% en los próximos 30 años (Pardey y col., 2014). En este contexto se ha desarrollado lo que se conoce como Agricultura Intensiva Sostenible, con la que se pretende aumentar la productividad (unidad de producto/unidad de superficie cultivada) a la par que se reduce el impacto ambiental de la agricultura y se mejoran las condiciones socioeconómicas de los productores y de su comunidad (Garnett y col., 2013).

El cultivo del olivo ocupa 10,8 millones de hectáreas (Mha), casi la mitad de ellas en la cuenca mediterránea. España es el país con mayor superficie de olivar del mundo, que asciende a 2,65 Mha, el 16% de su suelo cultivado. De ellas, el 71% es olivar tradicional (80–120 árboles/ ha), el 26% olivar intensivo (200–800 árboles/ha) y el 3% olivar superintensivo (900–2500 árboles/ ha).

Cuadro 1. Operaciones anuales de cultivo para olivares de distintas densidades, con sistema de producción integrada o próximo a integrada.
Cuadro 1. Operaciones anuales de cultivo para olivares de distintas densidades, con sistema de producción integrada o
próximo a integrada.

Aunque aún es pequeña, la superficie dedicada al olivar superintensivo no ha dejado de aumentar en los últimos 30 años, lo que ha suscitado interés por el impacto ambiental y socioeconómico de este tipo de olivar. Algunos lo consideran más negativo para el ambiente y la comunidad rural que el olivar tradicional, y no es raro que los medios de comunicación se hagan eco de esta preocupación. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que el rendimiento y el impacto ambiental y social de una plantación no depende tanto de la densidad de planta como de su sistema de manejo, por lo que un análisis racional de esta cuestión debe contemplar ambos factores.

Cualquier olivar, sea de la densidad que sea, puede manejarse de forma convencional, integrada o ecológica. En el Cuadro 1 se resumen las operaciones de cultivo que suelen realizarse en olivares de distinta densidad, y en el Cuadro 2 se muestran las características de los tres sistemas de manejo habituales en el olivar. Andalucía, donde se cultiva más de la mitad del olivar nacional (1,56 Mha), el 36% de las plantaciones son de producción integrada y el 7% de producción ecológica.

En este contexto, el objetivo de este trabajo es analizar el impacto productivo, ambiental y social de olivares con distintas densidades y sistemas de manejo, para esclarecer si las plantaciones superintensivas tienen cabida en un escenario de Agricultura Intensiva Sostenible y determinar en qué medida aventajan, o no, a las plantaciones tradicionales en cada uno de los tres aspectos considerados.

Impacto productivo

La rentabilidad de una plantación depende de muchos factores. En lo que a la cosecha se refiere, y aunque los datos varían mucho según factores de cultivo, localización y año, la producción media de aceituna de un olivar tradicional es de 1.750–3.500 kg/ha en secano y de 6.000 kg/ ha en regadío, mientras que el olivar de alta y super alta densidad produce 5.000 kg/ha en secano y 10.000 kg/ha en regadío (Penco–Valenzuela, 2020).

Cuadro 2. Características principales de las producciones con sistemas de manejo convencional, integrado y ecológico del olivar.
Cuadro 2. Características principales de las producciones con sistemas de manejo convencional, integrado y ecológico
del olivar.

El aumento de producción con la densidad de árboles se debe al aumento de superficie de hoja por unidad de superficie de suelo, que conlleva una mayor intercepción de radiación y, por tanto, una mayor fotosíntesis. Por otro lado, el periodo improductivo al comienzo de la vida de la plantación se acorta notablemente en las plantaciones superintensivas, y su nivel de mecanización es más alto, lo que mejora la rentabilidad de la plantación.

Según Penco–Valenzuela (2020), el coste medio que un agricultor tiene que asumir en una campaña para producir 1 kilo de aceite es de 1,49 € en un olivar superintensivo, 1,60 € en un olivar intensivo y 2,18 € en un olivar tradicional de pendiente moderada (todos en regadío). Para el aceite de oliva virgen extra, el Observatorio de Precios de la Junta de Andalucía recoge precios de venta para el productor que han ido decreciendo desde los 4,05 €/kg en mayo de 2017 a 1,76 €/kg en agosto de 2020 (Junta de Andalucía, 2020).

Esto quiere decir que muchos agricultores con plantaciones tradicionales de olivar no reciben por su producto ni siquiera el coste de producción variable y que, si se mantienen al frente de sus plantaciones, es porque en el balance económico no consideran ni los costes fijos de la explotación, ni la mano de obra familiar. En este sentido, conviene recordar que una plantación necesita una inversión inicial y unos años para producir a pleno rendimiento, lo que genera unos costes fijos que deben repartirse a lo largo de su vida útil.

Cuadro 3. Costes anuales de cultivo para olivares de distintas densidades, con sistema de producción integrada o próximo a integrada.
Cuadro 3. Costes anuales de cultivo para olivares de distintas densidades, con sistema de producción integrada o
próximo a integrada.

El Cuadro 3 recoge los costes fijos y variables para diferentes densidades de plantación, y los márgenes de beneficio que tendrían los agricultores al deducir de los ingresos solamente los costes variables (Margen Bruto) o también los fijos (Margen Neto). También recoge el coste de oportunidad, que es lo que deja de ganar el agricultor por tener el dinero invertido en la plantación y no con otro uso. Igualmente, el Cuadro 3 muestra el beneficio, calculado como la diferencia entre los ingresos y todos los costes, para cada tipo de olivar.

Para los ingresos se ha considerado el precio medio del aceite en los últimos 10 años, actualizado a la última campaña (2,62 €/kg). Los datos indican la superioridad de las explotaciones de alta y super alta densidad en términos económicos.

Los costes variables en regadío para diferentes densidades son similares, si bien los costes totales de las plantaciones con mayor densidad se incrementan por la incidencia de los costes fijos. Sin embargo, en términos de margen el olivar de secano genera pérdidas y el olivar de baja densidad da unos beneficios escasos, que podrían ser negativos dependiendo del precio y del rendimiento de la campaña, mientras que los márgenes de los sistemas de alta y super alta densidad son superiores a los obtenidos con bajas densidades, a pesar de la mayor inversión requerida, y muy similares entre ellos.

Olivar tradicional con riego por goteo.
Olivar tradicional con riego por goteo.

La vida útil de la plantación y el periodo de entrada en producción influyen en los costes fijos, afectando a los costes de amortización y de formación, respectivamente. Para los cálculos del Cuadro 3 hemos considerado una vida útil de 30 años para el olivar de baja y alta densidad, y de 20 años para el de superalta densidad. Es sabido, sin embargo, que la vida útil de un olivar, incluso de super alta densidad, puede ser mayor si el cultivo se maneja adecuadamente (Díez y col., 2016).

Hemos tenido en cuenta, también, que para las plantaciones superintensivas se suelen usar plantones que en tres años entran en producción, mientras que las intensivas conllevan un periodo mayor, de unos 4–5 años. En las plantaciones de baja y media densidad, la entrada en producción puede tardar más de 5 años, aunque puede acortarse utilizando plantas de mayor tamaño en el momento de la implantación.

En términos generales, pues, la intensificación mejora el rendimiento económico del olivar, siendo la opción de alta o super alta densidad, dependiendo de las condiciones, la más rentable. Las plantaciones superintensivas se recupera antes la inversión y la mecanización abarata mucho ciertos costes, sobre todo los de cosecha. Que interese más una plantación de alta densidad, o una superintensiva, dependerá del tamaño de la plantación, de la orografía del terreno y de la intención del agricultor de recuperar antes o después la inversión, entre otros factores (Freixa y col, 2011).

 

 

Revista Fruticultura
J.E. FERNÁNDEZ 1, N. NAVARRO 2, M.V. CUEVAS 3, V. HERNÁNDEZ–SANTANA 4, F. ALCÓN 5
(1) Investigador del CSIC y director del IRNAS. Grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Sevilla
(2) Profesora. Centro Integrado de Formación y Experiencias Agrarias. Molina de Segura, Murcia.
(3) Investigadora del CSIC. Grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Sevilla.
(4) Investigadora del CSIC. Grupo de Riego y Ecofisiología de Cultivos. Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS, CSIC). Sevilla.
(5) Titular de Universidad. Departamento de Economía de la Empresa, Universidad Politécnica de Cartagena. Cartagena.

 

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